sábado, 11 de enero de 2014

"Sensaciones dulces" by Lourdes Vicente.


 
 
Sensaciones dulces…
                                           y otras sensaciones.

Llegué puntual.

 Me estaban esperando. Bien . Eso siempre es agradable.

Había salido de casa con prisas, como siempre. Con la bolsa robada de Pablo, unas chanclas , gorro , toalla y un bikini. Todo el uniforme reglamentario y el cepillo de pelo que recordé a última hora. Nada más. A pelo, como tantas otras veces. Así me va.

Cuando llegas a un Balneario con un bono de regalo de tus amigos que dice “sensaciones dulces” realmente no tienes ni puñetera idea de la que te espera. Así que ya fui predispuesta a dejarme hacer.

Después de levantar una cadenita que abría las puertas de Mi Paraíso temporal una señorita me indicó que aquello  iba a ser solo para mí. “Tienes una hora para hacer el circuito termal que empieza aquí, cuando acabes tienes té para ti. Estarás sola todo el tiempo. Y no puedes volver atrás (como si me conociera de toda la vida)”.  No obedecí , claro está.

Ya en la primera piscina me percaté de que no me había desmaquillado (no me había llevado nada para hacerlo) y en una de las duchas  me froté la cara intentando retirarme el rímel que por la mañana me había puesto en las pestañas.  No había espejos en ninguna parte. El té estaba tan rico que no parecía té y repetí varias veces ya que sin testigos se pierde el pudor.

Puntual  a las 17.30 vinieron a recogerme y me subieron al piso superior, al templo de Eros.  Una planta llena de cabinas individuales donde someterse a innombrables torturas. Olía bien.  

Una vez en mi cabina,  me pidieron que me tumbara boca abajo sobre un plástico que cubría una camilla. Esta vez obedecí. Y empezó el desfile de potingues,  aunque  yo no veía nada.

El primer ungüento era como la nocilla que tu hijo te pasa por la pierna cuando le das de merendar en la playa. Ahora que ya me he leído el prospecto sé que era un peeling corporal. Después me tiraron un cazo de chocolate a la taza caliente por todo el cuerpo. Por menos se le da una paliza a alguien. Pero lo mejor fue cuando me pidió que me diera la vuelta y los mechones de pelo se vinieron a chocolatear y a pegar por todo el cuerpo.  Y lo único que pensé era en que no llevaba ni champú, ni gel, ni nada de nada. Aunque tampoco me importaba  mucho.

Cubierta por completo de chocolate esperé a que me tiraran unos toppings de esos que saben tan bien  sobre los helados de yogur y me convirtieran en un postre para caníbales pero… no . Visto y no visto me envolvieron en el plástico quedando mis manos pegadas al cuerpo y otros detalles inenarrables.

Y así permanecí un tiempo indefinido esperando a que me pusieran un lazo y me enviaran como un  paquete express a cualquier rincón del mundo, cosa que no ocurrió.

Otra vez la señorita que me abandonaba a mi chocolate ahora sí luego también me indicó que me había preparado una bañera caliente en la habitación contigua. Con su ayuda mi cuerpo pegajoso volvió a la vertical y ,descalza y chorreando como estaba, empecé a poner el suelo perdido de chocolate. Entonces saltó mi vena de ama de casa  y a punto estuve de pedir un estropajo para limpiarlo todo viendo la guarrería  que estaba dejando por todas partes, bien con los pies bien con las manos, entre otras partes.

El agua de la bañera dejó de ser agua para pasar a ser Choleck tan pronto como me sumergí en ella. Y como me volvieron a abandonar a mis anchas empecé a bucear y a lavarme el pelo en Choleck cosa que hasta entonces no había probado. Y por un momento, pensé que bien podría haber entrado alguien provisto de churros o buñuelos pues ya se me estaba despertando el hambre.

Después del remojón me devolvieron de nuevo a la camilla y me dieron un buen masaje de espalda que terminó de ablandar cualquiera de mis voluntades. Esta vez sin mejunjes porque yo ya no olía a nada.

Decidí ducharme antes de vestirme aunque tampoco estaba segura de estar cometiendo un sacrilegio después de los ungüentos con que habían regalado  mi cuerpo. Y no sin antes  de pasar por delante de un espejo y contemplar los chorritones de rímel negro que aún caían de mis ojos.

Muchas sensaciones dulces y
                                                                  otras sensaciones.
 

Lourdes Vicente
10 de mayo de 2013

 

 

 

 

 

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