El bazar de las letras.
Aquella
mañana Bhira se levantó temprano. Apenas después de la salida del sol. Se aseó
y recogió en una bolsa de cuero las monedas que celosamente había guardado. Después
caminó hasta el punto más alto de la ciudad.
Adoraba la vista desde allí. Cerró los
ojos, se soltó el cabello y respiró el
aire sembrado de olores. Fez se extendía allí, un poco más abajo, con sus
innumerables y laberínticas callejuelas.
Un imponente enjambre medieval.
Se cubrió el
cabello cuidadosamente mientras atravesaba la puerta de Bab Bob Jeloud. La medina se abría ante ella, en una
actividad frenética que a ella le divertía mucho. Buscaba un regalo para su
amigo Asmun, algo especial. Tan especial que no traía idea alguna consigo.
Transitó la medina a conciencia, oculta entre el gentío,
burros cargados de enseres y mulas arrastradas. Rebuscó entre los curtidores,
los sastres y los ebanistas. No encontró nada a la altura de sus escasos dírhams. Nada que le pareciera especial.
Entretenida
en sus pensamientos olor a fruta, menta y especias se encontró, súbitamente,
frente a una pequeña tienda . Un rótulo manuscrito en cartón colgaba de un
alambre en la pared: “El bazar de las
letras”. En el centro, una mujer de piel color arcilla y cabellos largos,
rubios y enredados se servía un té y le ofreció asiento y una taza. Bhira se
acomodó entre cojines y bebió sin reparo. Tenía la ilusión exhausta.
La voz de
aquella mujer le pareció tan dulce y evocadora que se sintió mecer por sus
palabras y -en aquella cómoda compañía- le habló de Asmun y del regalo que no iba a poder hacerle. La
mujer, entonces, le extendió un saquillo
de letras y se lo colocó entre las manos.
-Ve a
casa. Aprende a leer tu corazón sosegado
y escribe con estas letras lo que te dice. Es el mejor regalo que puedes hacerle
a tu amigo. Las palabras son como dardos que puedes dirigir en uno u otro
sentido. Busca el tuyo.
Bhira asintió
como si entendiera y agradeció el consejo a la mujer. Entregó unos dírhams, asió el saquillo y se marchó a casa.
En su
alcoba, acomodada ya en su lecho, extrajo las letras y las dispuso combinándolas
al azar. No encontraba el sentido. Ningún sentido . Hasta que se durmió cansada
y abatida.
Al día
siguiente, al terminar la escuela, emprendió un día más el camino de vuelta a casa con
Asmun. Al despedirse, Bhira le entregó
un dibujo en un papel doblado.
-
- En
toda la medina no he encontrado nada especial que regalarte, tan sólo poseo un
saco de letras pero aún no sé leer mi corazón y no encuentro las palabras que expresen lo que siento. –
dijo Bhira consternada mirando al suelo.
Asmun
no fue capaz de responder ni una sola palabra. A cambio llenó sus manos
de besos y le abrazó el alma. Bhira recordó las palabras de la mujer rubia de El
bazar de las letras. Y se sonrió. Como si entendiera.
Cada uno, por separado, emprendió
–como cada día- el camino de regreso a casa.
Las gallinas, las mulas y los burros
también.
lourdes vicente
*En árabe Bhira significa “sin
respiración”.
*En árabe Asmun significa “compañero”.
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